Una historia de ecofeminismo: Entrevista a Sara González

Desde la aprobación en 1996 de la ley que regula los agrotóxicos en Argentina al día de hoy, no contamos con datos oficiales de su uso (Tierra Viva, 2020). Estos productos químicos son utilizados para exterminar “plagas” de los cultivos, generadas por organismos biológicos. Claramente son productos tóxicos, venenos que impactan en la salud humana. Se evidencia la intención de ocultar su peligrosidad, de imponer la idea de que no son dañinos, pero a las cosas debemos llamarlas por su nombre, y los venenos de uso agrario deben llamarse agrotóxicos (Equipo de Producción de la Red de Médicos de Pueblos Fumigados, 2013).

Una respuesta al uso de venenos en nuestros alimentos es la agroecología, que tiene como fin la obtención de productos más saludables que buscan aumentar la sustentabilidad agraria relacionando la ecología, lo social y lo económico. La agroecología tiene una estrecha vinculación con el ecofeminismo ya que, juntas, luchan contra el modelo capitalista y el sistema alimentario agroindustrial (Ok Darío, 2019). 

La historia de Sara, es evidencia de ello. Inicia en San José del Rincón, Provincia de Santa Fe, en donde desde hace algunos años lleva adelante un emprendimiento de productos orgánicos: Establecimiento “La Quinta”, abocado a la elaboración de variedades de frutillas sin químicos. En marco del Proyecto “Atlas Guardianas de Abya Yala (Capítulo Argentina)”, le realizamos una entrevista en donde nos cuenta acerca de su trabajo en la gestión de una agricultura sostenible. 

¡Muchas gracias por brindarnos tu tiempo y contestar nuestros interrogantes! 

Fuente: Establecimiento “La Quinta”

MundoSur: ¿Cómo empezó tu interés por la producción de alimentos orgánicos?

Sara: Fue una historia muy rara. Primero arrancó mi marido. Fue el principal productor de plantación de frutillas sin químicos. Desde chiquitito creció con producción normal, con químicos, sus padres sembraban así. Un buen día se enfermó, tuvimos 5 años en una larga lucha contra el cáncer – creemos que pudo haber pasado por los químicos – a partir de ahí quisimos cambiar la manera de plantación. Decidimos seguir con lo orgánico, lo hablamos entre la familia, estaba mi nieto y venía una nieta en camino; eso fue el cambio rotundo que nos obligó hacia el futuro, pensando en los que vienen. Ahí decidimos plantar con productos orgánicos

MS: ¿Cómo es la producción que llevan a cabo? Imagino que lo más fácil es dejarse llevar por el sistema, por los agrotóxicos, el suyo es un acto de mucha valentía. ¿Cómo lograron sostener el emprendimiento?

S: Este proyecto lo empezamos solos, con mi familia. El segundo año que estuvimos trabajando salió un proyecto del Ministerio de Producción, me citó la municipalidad de Rincón (en ese entonces Comuna) y empecé con ese proyecto con el aval del Ministerio de producción. Nos mandaron una ingeniera, con quien estuvimos charlando junto con una ingeniera ambiental que es socia nuestra. A partir de ahí se fueron sumando profesionales para mejorar la calidad no solo de la verdura y fruta sino también de la persona (cómo se trabaja, cómo seguir…) es todo un proceso muy complejo; no es difícil pero tampoco es fácil. Yo siempre lo digo, una cosa es contarlo y otra cosa es vivirlo, porque al vivirlo día a día es algo maravilloso. Por ahí me emociono, lloro y hago llorar, porque estamos pensando en mejorar la calidad de vida al ser humano, al siguiente, al que viene, a que pueda seguir…

Nosotros tenemos que hacer como un contagio con las personas. No lo tomes a mal, pero tendríamos que ser como el virus que está ahora, contagiar al ser humano para que nos pueda seguir. Lo estamos logrando. En el Leyes, acá en Rincón, hicimos un cambio muy profundo. El Ministerio de Producción me siguió un año nomás, pero después se vino todo este quilombo y tuve que dejarlo. Bah, no tuve que dejar, yo sigo. Ellos nos dejaron solos. Yo ando por todos lados, me llaman de los municipios, en su momento se hacían charlas, capacitaciones, voy a casas de familias, me preguntan cómo pueden hacer, qué productos pueden usar, porque no quieren echarle químicos. ¡Escuelas! Estamos ayudando mucho a las escuelas, para que los chicos se entretengan. También se prendió una escuela de chicos down para tratar de sacarlos y meterlos para que ellos trabajen continuamente con la tierra, con el producto que es sano, sin químicos, es todo natural. Lo sacamos de los árboles, de las plantas naturales. Estamos muy bien asesorados, ahora trabajamos con productos que ya están en un desarrollo de laboratorio, entonces es como que estamos avanzando de a poco, pero son pasos agigantados que nos están llevando a querer mejorar. 

MS: Me decías recién que no es fácil todo este camino que están emprendiendo ¿cuáles fueron los principales problemas que surgieron y cómo los pudieron resolver?

S: La alimentación, la mala alimentación. Todo el mundo comentaba ¿cómo hacer para consumir verduras y frutas sin químicos? Y bueno eso fue.. [nos decían] “no porque a mí me hace mal, yo no la compro a la frutilla porque a mi hijo le hace mal, le agarra alergia, le hace doler el estómago”, no sé… esas fueron las cosas que nos llevaron a querer seguir con lo orgánico. 

MS: ¿Tuvieron algún tipo de trabas para implementar este proyecto o se fue dando de manera natural?

S: No… trabas y problemas por todos lados. Fui la causante de este cambio en Rincón, la he pasado muy mal, lo bueno es que he tenido ingenieros y personas, familias que me han apoyado en este cambio, que han salido a dar la cara junto conmigo. Yo siempre digo, si vas de la mano, lográs cualquier cosa, si vas solo no. A base de lo que los vecinos quieren, deciden, se logró este paso que para nosotros es hermoso. Se viene un futuro muy grande, muy lindo, nuestros productos ya se están vendiendo en Rosario, en Córdoba, en Buenos Aires. Ya entramos en ese mercado. 

Estamos metiendo ese pasito ahí que es muy importante para nosotros, más allá de que los productores tenían miedo, no querían saber nada, este año se sumaron 14 y éramos 3 el año pasado. Queremos entrar en el mercado del Supermercado Alvear… nos hemos sentado con ellos y nos han pedido que hagamos abastecimiento de toda la cadena, con la condición de que vaya la marca de La Quinta. Ya dimos un paso muy importante. 

MS: ¿Los productores que te acompañan son principalmente varones o hay también mujeres? 

S: Noooo, no, no… la mayoría somos mujeres. Hay que pelearla, hay que salir al frente, acá somos todas feministas. Las feministas vamos al frente, mujeres a full. 

Fuente: Establecimiento “La Quinta”

MS: ¿Sentís que hubo trabas por ser mujer al empezar este emprendimiento como pionera?

S: No, yo no lo viví como machista, el hombre deja que la mujer avance ahora, no es más el machismo que había antes. Ahora la mujer avanza y el hombre sigue, nosotros hemos cambiado en parte el pensamiento del hombre. El hombre para hablar con una mujer es “la patrona” la que manda, la que dirige, todo. 

MS: ¿Este cambio de actitud de los hombres hacia las mujeres es desde hace mucho tiempo? ¿Desde cuándo lo ves?

S: No, esto fue cuando se arrancó lo de los agroecológicos, el hombre decía: “no, porque no va a funcionar”. Yo les decía: “sí, date la oportunidad y hacé un paso hacia adelante, no te vayas hacia atrás, para tu familia, para tu bienestar para vos mismo, para tu cuerpo. No estás hablando de un vecino, de tu hijo, de tu nieto; estás hablando en general. Sos vos el que te tenés que dar una oportunidad para darle una oportunidad al resto, que pruebe lo que vos hacés, que conozcan lo que estás produciendo y que pueden ir y comer tranquilos, pueden ir y cortarlo y comerlo, sin lavarlo, sin nada”. Es así como se maneja: la gente iba al campo, se cortaba frutillas, comían, y se iban chochos. Yo tuve de visita los mejores cocineros de Buenos Aires en La Quinta, recibí un premio, es hermoso lo que pasó. Quiero hacer un libro con todo esto. 

MS: Es fantástico lo que estás logrando y lo que lograste, y el mensaje de esperanza que das…

S: Sí, eso es lo más importante. Estamos trabajando muy a fondo, por todo este cambio ambiental, a medida que pasan los meses se suma más gente. Ahora estamos con un proyecto por el tema de la carne de oveja sin químicos, nos metimos con una variedad de personas que conocen bien cómo viene la mano, la crianza, dónde comprar… uno ha crecido con animales en su casa y hay gente que quiere que le vendamos, porque ya conocen la marca. Si podemos implementar más cosas para que la gente pueda estar tranquila y sepa que están consumiendo bienvenido sea.

MS: ¿Cuáles son los problemas ambientales de tu zona?

S: Hasta ahora era el uso de agroquímicos. Pero ahora no se está usando, porque cada municipio sacó una ley que no se puede usar más químicos y eso me favoreció a mí en el sistema de productos orgánicos. Nosotros se los traemos, se lo damos al productor y le enseñamos cómo usarlo. Estamos ahí, sacamos fotos, hacemos videos; la persona que va a usarlo tiene que estar bien informada, por más que no sea químico. 

MS: ¿Qué impacto tuvo la pandemia en tu trabajo?

S: El mejor.  Porque la gente ya nos conoce, nosotros salimos el sábado a llevar los pedidos y nos paran porque la camioneta tiene el logo de La Quinta. Y siempre andamos con los productos justos para los pedidos que tenemos. 

El discurso de Sara hace eco a lo que toma cada vez más importancia a lo largo de los años: el ecofeminismo. Al mencionar que el cambio de actitud de los hombres  se modificó con el uso de los agroecológicos, el ecofeminismo toma todo su sentido puesto que se define como el vínculo entre la explotación de la mujer y de la tierra, que deriva del mismo sistema capitalista y patriarcal. De hecho, la base del movimiento ecofeminista es que existen estrechos vínculos entre la dominación de la mujer y la de la naturaleza (d’Eaubonne, 1974).

Finalmente, Sara lucha por una cultura sin agrotóxicos y productos químicos. Al emprender este proyecto de alimentos orgánicos, logró cambiar la relación con la tierra, pero también con los hombres que dudaban de su proyecto. Así como demuestra su experiencia, las mujeres latinoamericanas tienen una relación particular con la Tierra y son un ejemplo de ecofeministas. Desde nuestro lugar, abogamos por una región con más Saras, mujeres valientes y emprendedoras, que produzcan cambios significativos en nuestra vida cotidiana.  

REFERENCIAS:

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