Por Andrea Aceves
La trata de personas no es un fenómeno nuevo, todo lo contrario, a lo largo de la historia, las personas más vulnerables han sido utilizadas como mercancías, han sido invisibilizadas y explotadas en beneficio de otros. Uno de los ejemplos más claros respecto a este delito es la esclavitud, misma que pensaríamos que actualmente ha sido erradicada; sin embargo, muchas organizaciones y expertos en la materia han denominado la trata como la esclavitud contemporánea, o “la esclavitud del siglo XXI”. De esta manera, se podría decir que, al hablar de trata de personas, nos referimos a un fenómeno antiguo con un nombre nuevo.
El 30 de julio de cada año se celebra “El día mundial contra la trata de personas”, el cual tiene por objetivo concientizar a la población sobre la situación de las víctimas de este delito e instalar a los gobiernos a tomar acciones urgentes para promocionar y proteger sus derechos.
Se conmemora este día, en virtud de así haber sido adoptado en 2013 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, en su resolución A/RES/68/192, por la cual se reunieron los Estados Miembros para evaluar el Plan de Acción Mundial adoptado en 2010.
Así bien, de acuerdo con el artículo 3 del Protocolo para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Personas, Especialmente Mujeres y Niños, conocido como el Protocolo de Palermo, el cual resulta ser el único instrumento de carácter universal que establece la definición aceptada por los Estados firmantes respecto a este delito, define a la trata de personas como:
“la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación. Esa explotación incluirá, como 45 mínimo, la explotación de la prostitución ajena u otras formas de explotación sexual, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, la servidumbre o la extracción de órganos.”
Artículo 3 del Protocolo para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Personas, Especialmente Mujeres y Niños
La UNODC ha señalado que la trata de personas se encuentra en el tercer lugar de los negocios delictivos más rentables, después del tráfico de armas y el narcotráfico, y que afecta prácticamente a todos los países de todas las regiones del mundo. Sus dimensiones van desde ser nacionales a transnacionales, y es un delito que se redefine junto con la globalización, el capitalismo, las nuevas tecnologías, etc.
En lo que respecta a los tiempos actuales, la COVID-19 ayudó a los tratantes a redefinir las acciones y los medios de este delito y adaptarlos a la nueva realidad, haciendo uso así de herramientas tecnológicas para la captación de sus víctimas, provocando que se creen y se acrecienten estas nuevas formas de trata de personas.
No debemos olvidar que, la pandemia ha provocado una fuerte crisis sanitaria, económica y, por supuesto, social que ha mermado las posibilidades de desarrollo de los grupos más desfavorecidos o en riesgo de exclusión. La trata de personas no es ajena a ello y se ve impulsada por el conjunto de problemas que acarrean a la mayoría de las sociedades como lo son: la pobreza, la desigualdad, la falta de oportunidades, la falta acceso a la educación, la desinformación, la violencia, y, también, la corrupción y la vulnerabilidad a la que están expuestas las personas debido a sistemas judiciales deficientes y la ineficiente aplicación de la ley.
En ese sentido, de acuerdo con el “Global Report on Trafficking in Persons 2020” de la UNODC, en el año 2018, en 148 países fueron detectados y denunciados alrededor de 50.000 víctimas de trata de personas. Sin embargo, señala que las cifras que se consideran “oficiales” solo constituyen una parte visible del fenómeno de la trata de personas, manifestando la probabilidad de que las cifras reales sean mucho más elevadas. En este informe, se señaló que el 72% de las víctimas detectadas en ese mismo año alrededor de todo el mundo fueron del género femenino, de las cuales, un 49% de los casos son mujeres adultas y un 23% fueron niñas, lo que representó un incremento en relación con el informe anterior del año 2016. Así bien, hizo un hincapié en que el 99% de las víctimas de género femenino fueron detectadas como víctimas de trata con fines de explotación sexual.
En Centroamérica y el Caribe el 79% del total de víctimas de trata son mujeres y niñas, y el 40% de todas las víctimas son niñas y adolescentes; las cifras de esta última población constituyen las más altas que se registran en el mundo. La situación es similar en América del Sur, donde el 69% de las víctimas son mujeres. Asimismo, al igual que en el resto del mundo, la mayoría de las víctimas detectadas en las Américas y el Caribe serían objeto principalmente de trata con fines de explotación sexual.
Dichas cifras demuestran en claro el impacto diferenciado que este fenómeno tiene en las mujeres y las niñas, quienes se ven particularmente expuestas a ser captadas por las estructuras criminales que generalmente son dominadas por hombres, con jerarquías machistas en los sistemas patriarcales. Por tanto, es por ello que organismos internacionales como la CIDH destacan la necesidad y la urgencia de los Estados de la región en la adopción de medidas con un enfoque de derechos humanos, bajo una mirada interseccional y con perspectiva de género, con la cual se permita visibilizar este impacto desproporcionado y se otorgue una verdadera eficacia respecto a las medidas adoptadas por los Estados en sus legislaciones para la protección, prevención, persecución de las víctimas de este delito, y sobre todo, la erradicación de este delito. Todas estas acciones deben tomar en cuenta los diversos contextos culturales, sociales, económicos, que exponen a las mujeres, niñas y adolescentes, a una mayor vulnerabilidad y a afectaciones agravadas.
“Las voces de las víctimas marcan el camino” ha sido el tema elegido para la conmoración del #DíaMundialContraLaTrata de 2021 por el cual se pretende situar a las víctimas en el centro de la campaña y, sobre todo, visualizar y concientizar respecto a la importancia de escuchar y aprender de las historias de los supervivientes de este delito. Con el lema “escuchar y aprender”, la campaña presenta a estas personas como clave en la lucha contra la trata de personas y establece el papel crucial que tienen para la adopción de medidas eficaces para la prevención del delito, la identificación y el rescate de las víctimas, el apoyo para la rehabilitación y la reinserción en la sociedad.
En ese sentido, la campaña invita a las organizaciones y a los gobiernos a dar valor a las experiencias de las víctimas de trata y convertir sus historias y sugerencias en medidas concretas que tengan un enfoque más centrado en ellas, para que ayuden a la elaboración de mecanismos y medidas más eficaces en la prevención, protección, investigación, sanción y erradicación de la trata de personas, el cual sigue siendo un fenómeno antiguo que sigue demandando soluciones actuales y reales.